lunes, 18 de junio de 2012
1 Mac 4. 41-55
41 Entonces Judas dispuso que fueran algunas tropas a combatir a los que estaban en el alcázar, mientras tanto se iba purificando el Santuario
42 Y escogió sacerdotes sin tacha, amantes de la Ley de Dios
43 los cuales purificaron el Santuario y llevaron a un sitio profano las piedras contaminadas
44 Y estuvo pensando qué debía hacerse del altar de los holocaustos, que había sido profanado;
45 y tomaron el mejor partido, que fue el destruirle, a fin de que no fuese para ellos motivo de oprobio, puesto que había sido contaminado por los gentiles, y así le demolieron;
46 y depositaron las piedras en un lugar a propósito del monte en que estaba el Templo, hasta tanto que viniese un profeta, y decidiese qué era lo que de ellas debía hacerse
47 Tomaron después piedras intactas, conforme a la Ley, y construyeron un altar nuevo semejante a aquel que había habido antes;
48 y reedificaron el Santuario, y aquello que estaba de la parte de adentro de la Casa y santificaron el Templo y sus atrios
49 E hicieron nuevos vasos sagrados, y colocaron en el Templo el candelero y el altar de los inciensos y la mesa
50 Y pusieron después incienso sobre el altar, y encendieron las lámparas que estaban sobre el candelero, y alumbraron el Templo
51 Y pusieron los panes sobre la mesa, colgaron los velos, y completaron todas las obras que habían comenzado
52 Levantáronse antes de amanecer, el día veinticinco del noveno mes, llamado Casleu, del año ciento cuarenta y ocho
53 y ofrecieron el sacrificio, según la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían construido
54 Con lo cual se verificó que en el mismo tiempo, y el mismo día que este altar había sido profanado por los gentiles, fue renovado al son de cánticos, de cítaras, de liras y de címbalos.
55 Y todo el pueblo se postró, hasta juntar su rostro con la tierra, y adoraron a Dios, y levantando su voz hasta el cielo, bendijeron a Aquel que les había concedido aquella felicidad.
Fuentes:
Biblia Vulgata Latina
Biblia versión traducida por el Mons. Straubinger
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