viernes, 6 de julio de 2012

2 Mac 6 18-19; 21; 23-31


18 Eleázaro, pues uno de los primeros doctores de la Ley, varón de edad provecta, y de venerable presencia, fue estrechado a comer carne de cerdo, y se le quería obligar a ellos abriéndole por fuerza la boca.
19 Mas él, prefiriendo una muerte llena de gloria a una vida aborrecible, caminaba voluntariamente por su pie al suplicio
21 Pero los que se hallaban presentes, movidos de una injusta compasión, y en atención a la antigua amistad que con él tenían, tomándole aparte, le rogaban que les permitiese traer carnes de las que le era lícito comer, para poder así aparentar que había cumplido la orden del rey, de comer de las carnes del sacrificio
23 Pero Eleázaro, dominado de otros sentimientos dignos de su edad y de sus venerables canas, como asimismo de su antigua nativa nobleza, y de la buena conducta que había observado desde niño, respondió en el acto, conforme a los preceptos de la Ley santa establecida por Dios, y dijo que más bien quería morir.
24 Porque no es decoroso a nuestra edad, les añadió, usar de esta ficción; la cual sería causa que muchos jóvenes, creyendo que Eleázaro en la edad de noventa años se había pasado a la vida de los gentiles,
25 cayesen en error a causa de esta ficción mía, por conservar yo un pequeño resto de esta vida corruptible; además de que echaría sobre mi ancianidad la infamia y execración.
26 Fuera de esto, aún cuando pudiese librarme de los hombres, no podría yo, ni vivo ni muerto, escapar de las manos de Todopoderoso.
27 Por lo cual muriendo valerosamente, me mostraré digno de la ancianidad a que he llegado;
28 y dejaré a los jóvenes un ejemplo de fortaleza si sufriere con ánimo pronto y constante una muerte honrosa por la Ley más santa y venerable. Luego que acabó de decir esto, fue conducido al suplicio.
29 Y aquellos que le llevaban, y que poco antes se le habían mostrado muy humanos, pasaron a un extremo de furor por las palabras que había dicho; las cuales creían efecto de arrogancia.
30 Estando ya para morir a fuerza de golpes que descargaban sobre él, lanzó un suspiro, y dijo: Señor, Tú que tienes la ciencia santa, Tú sabes bien que habiendo yo podido librarme de la muerte, sufro en mi cuerpo atroces dolores; pero mi alma los padece de buena gana por temor tuyo.
31 De esta manera, pues, murió Eleázaro, dejando no solamente a los jóvenes sino también a toda su nación, en la memoria de su muerte, un dechado de virtud y de fortaleza.

Fuentes:
Biblia Vulgata Latina
Biblia versión traducida por el Mons. Straubinger

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